Sunday, December 13, 2009

El Ángel

La noche que Rodolfo llegó a San Juan, sólo pensaba en lo que le traía el futuro ahora. Llegaba del peor funeral de su vida. Su padre había muerto de un fulminante infarto. Despertó esa mañana después de una larga noche. San Juan parecía inmóvil. Mientras manejaba hacia su oficina, su mente sólo pensaba que iba hacer para conseguir dinero para vivir, ya que todo lo que tenía guardado lo había depositado en el entierro de su padre. Parecía un robot sin rumbo con las manos pegadas en el timón. Su mirada apuntaba la pista. Su mente apunta su futuro. Su corazón apunto de entrar en una profunda tristeza. En ese momento, un extraño pensamiento entró en su cerebro y pensó; si existen los Ángeles, te pido ángel mío que me ayudes y me protejas de esta nueva avalancha de cosas que se vienen encima. En ese momento un fuerte golpe en el lado derecho de su carro lo despertó de estar en una pesadilla pero despierto. Sólo pudo doblar el timón con mucha fuerza, pero terminó empotrado en un árbol que estaba puesto ahí para adornar la ciudad. Desconcertado de lo que había pasado, sólo pensó; esto es lo ultimo que me puede suceder. Una mano avejentada, le tocó la ventana del carro, Rodolfo abrió la puerta del carro y un asustado anciano le pedía disculpas diciéndole que no se preocupara, que todo iba a salir bien. Salió con rapidez del carro y el anciano lo miraba con lágrimas en los ojos pero con una peculiar sonrisa. El rostro del anciano parecía un cuadro antiguo colgado en una pared. Rodolfo trataba de calmar al anciano mientras pensaba cómo iba hacer para arreglar lo único que tenía de patrimonio. Prácticamente su única herramienta de trabajo. Rodolfo en cámara lenta caminó hacia la vereda. Con el cuerpo tembloroso se sentó al borde de la pista y soltó el peor llanto que el recuerda haber tenido en 33 años de su existencia. Las lágrimas le goteaban por las manos que cubrían su rostro. Hasta que sintió que alguien le tocaba el hombro. El anciano trababa de consolarlo diciéndole que no se preocupara, que todo iba a estar bien. El anciano caminó hacia los carros destrozados y notó que no tenía zapatos, tenía la camisa rota y unos pantalones extraños.

En ese momento sólo pensó que los Ángeles no existían. Ya que minutos antes de que pasara el choque, Rodolfo le pedía a su ángel que lo salvara de todo lo que se venía. De ahí, sólo recuerda estar sentado en el carro del policía que lo llevaba hacia su oficina. No recordaba que había pasado con el pobre anciano.

Un buen amigo del trabajo le ofreció recogerlo de la esquina de su casa y llevarlo a su oficina. La mañana siguiente despertó muy temprano y salió rumbo a la esquina de donde lo iban a recoger. Rodolfo recuerda que no había movimiento en la calle esa mañana. A lo lejos ve que alguien, con mucha lentitud, caminaba en la misma vereda pero caminaba hacia el. Parecía eterno encontrarse con esa persona. La calle seguía inmóvil. Sin sonido. Sólo se movía ese alguien hacia el. Poco a poco se dio cuenta que se trababa de un anciano que caminaba doblado y con una inusual lentitud. Hasta que se encontró cara a cara con el anciano. El anciano con el cuerpo doblado, estiró la cabeza, se sonrió, saco un sobre de su bolsillo, agarró la mano de Rodolfo y puso el sobre en la palma de su mano. El anciano agarró la otra mano de Rodolfo y con un rostro pálido le digo; que todo iba a estar bien y que ese sobre era por lo danos ocasionados y que no se preocupara, que todo iba a estar bien. El anciano se dio media vuelta, doblado y con lentitud caminó alejándose de Rodolfo. Notó que el anciano no tenía zapatos. Finalmente la imagen del anciano desapareció a lo lejos. Un buen rato después, Rodolfo sin habla y sin pensamiento recordó que la imagen del anciano era la misma que el había visto la mañana anterior. Esa mañana turbulenta que dejó de creer en los Ángeles. La calle seguía inmóvil, sin sonido. Rodolfo seguía inmóvil, sin habla. Rodolfo abrió el sobre que el anciano había puesto en sus manos.

Después de estar inmóvil un buen rato. Rodolfo guardó el sobre en el bolsillo y caminó hacia el lado opuesto de donde lo iban a recoger para llevarlo a su oficina. Caminó hacia una capilla no muy cerca de su casa. Se acercó al altar y en un profundo silencio le habló a su padre, a Dios y al ángel que se le había aparecido.

Rodolfo nunca más volvió a su oficina, ni a su casa.


Eddy Aguilar Saba

  El Niño Por Eddy Aguilar Saba   Un día desperté y me escondí debajo de la cama hasta tarde, cuando dejé de escuchar voces, salí de mi ...